jueves, 22 de marzo de 2018

BESTIARIO DE CIENCIA FICCIÓN - UNA NUEVA VISIÓN: EL HUEVO HOWARD FAST PARTE 2

Continuación...


Dos semanas más tarde Souvan habló por televisión. Habló para la gente. Con el final de los grandes incendios atómicos de hacía tres mil años se habían terminado las razas y los idiomas. Las pocas personas que sobrevivieron se juntaron y se casaron entre sí, y de todas las lenguas salió una sola. Con el tiempo se propagaron a los cinco continentes de la Tierra.
Ahora había medio billón de habitantes. Volvía a haber campos de trigo, huertos y bosques, y peces en el mar. Pero no existía el canto de los pájaros ni el grito de ninguna bestia, porque ni bestias ni pájaros habían sobrevivido.
–“Sin embargo, algo sabemos acerca de los pájaros.” –dijo Souvan, un poco nervioso porque era la primera vez que hablaba por el circuito mundial. Ya les había contado acerca de sus cálculos, la excavación y el hallazgo.
–"No es mucho, desgraciadamente, porque no ha quedado ninguna imagen ni representación de un pájaro. Pero durante nuestras investigaciones hemos tenido la suerte de encontrar algún libro que mencionaba a los pájaros, o un verso, una referencia en una novela. Sabemos que su hábitat era el aire, que volaban sobre alas extendidas, no como vuelan nuestros aviones impulsados por sus chorros atómicos, sino como nadan los peces, con belleza y gracia. Sabemos que algunos era pequeños, otros muy grandes, y sabemos también que estaban cubiertos por una pelusa que llamaban plumas. Pero cómo era exactamente un ave o una pluma o un ala, eso no lo sabemos, fuera de la imaginación de nuestros artistas, que tantas veces han imaginado a los pájaros.”
–"Bien, en el último cuarto que examinamos en el extraño lugar de resurrección construido por los antiguos en América, en la única célula de refrigeración que todavía funcionaba, descubrimos una cosita ovoide que creemos que es el huevo de un pájaro. Como saben, existe una disputa entre los naturalistas; algunos sostienen que no es posible que una criatura de sangre caliente se reproduzca por medio de huevos, otros dicen que sí, que es igual que los insectos y los peces, pero esa disputa no ha sido resuelta todavía. Muchos hombres de ciencia de gran reputación creen que el huevo del pájaro era simplemente un símbolo, un símbolo mitológico. Otros sostienen con igual firmeza que los pájaros se reproducían poniendo huevos. Quizá podamos por fin resolver esta disputa.”
–"De cualquier modo, hora verán el dibujo de un huevo"
En las cámaras de televisión apareció una cosa pequeña, de una pulgada de largo, y toda la gente de la Tierra la miró.
–"He aquí el huevo. Lo hemos sacado de la cámara de refrigeración con el mayor de los cuidados, y ahora está en una incubadora que le hemos construido especialmente. Hemos analizado todos los factores que podrían indicarnos cuál sería el calor adecuado, y ahora que hemos hecho todo lo posible, debemos esperar. No tenemos idea de cuánto tiempo llevará la incubación. La máquina que se usó para congelarlo y mantenerlo fue probablemente la primera de su tipo que se construyó (tal vez la única), y seguramente se planeaba congelar el huevo por un período muy breve, quizá para comprobar la eficacia de la máquina. Sólo podemos tener esperanzas de que, tres mil años después, quede un germen de vida".
Pero Souvan tenía mucho más que esperanzas. El huevo había sido puesto bajo el cuidado de una comisión de naturalistas y biólogos, pero como él había sido su descubridor, Souvan podía estar presente en todo. Ni sus amigos ni su familia lo veían. Vivía en el laboratorio, comía y dormía allí. Las cámaras de televisión, fijas sobre el minúsculo objeto en la incubadora de vidrio, informaban en la hora de su progreso a todo el mundo. Souvan, junto con la comisión de científicos, no podían apartarse del lugar. El arqueólogo se despertaba y en seguida recorría los silenciosos corredores para ir a mirar el huevo. Cuando dormía, soñaba con el huevo. Observó cientos de dibujos hechos por artistas sobre pájaros, y recordó antiguas leyendas de seres metafísicos llamados ángeles, preguntándose si no habían tenido origen en alguna especie de pájaro.
Él no era el único cuyo interés era fanático. En un mundo sin fronteras; sin guerras ni enfermedades, casi sin odio, no había sucedido nada tan excitante como el descubrimiento del huevo. Millones y millones de personas observaban el huevo en sus televisores. Millones soñaban con lo que podría llegar a convertirse.
Y luego sucedió. A los catorce días Souvan fue despertado por uno de los ayudantes del laboratorio.
–¡Está saliendo del cascarón! –exclamó–. ¡Venga, Souvan, que está saliendo!
Todavía en su ropa de dormir, Souvan corrió al cuarto de la incubadora, donde ya estaban reunidos los naturalistas y los biólogos junto a la máquina. En medio de las voces se oía el ruego de los camarógrafos pidiendo más espacio para la imagen. Souvan los ignoró, abriéndose paso para ver.
Estaba sucediendo. Ya la cáscara estaba agrietada, y mientras observaba vio un pequeño pico que se abría paso, seguido de una bolita de plumas amarillas. Su primera reacción fue de gran desilusión. ¿Así que éste era un pájaro? ¿Esta minúscula e informe bolita de vida parada sobre dos patas que apenas si podía caminar, y que evidentemente era incapaz de volar? Luego su entrenamiento científico lo hizo razonar asegurándole que el infante no necesariamente se parece al adulto, y que el hecho de que emergiera vida de un antiguo huevo congelado era el milagro. más grande que hubiera presenciado.
Ahora se hicieron cargo de todo los naturalistas y los biólogos. Ya habían determinado, recomponiendo todos los fragmentos de información que poseían, y utilizando el ingenio, además, que la dieta de la mayoría de los pájaros debía haber consistido de raíces y de insectos, y ya tenían preparado todas las variaciones posibles de dietas, listos para ver cuál era la mejor para el velloncito amarillo. Trabajaron siguiendo el instinto pero también rezando, y por suerte hallaron una dieta adecuada.
Durante las semanas siguientes el mundo y Souvan observaron la cosa más maravillosa, el crecimiento de un polluelo que llegó a convertirse en un hermoso pájaro cantor. Lo trasladaron de la incubadora a una jaula y luego a otra jaula más grande, y luego un día extendió las alas e hizo el primer intento para volar.
Casi medio billón de personas gritaron de alegría, pero nada de esto sabía el pájaro. Cantó, débilmente al principio, luego cada vez con más fuerza. Hizo sus trinos, y el mundo escuchó con más interés que el que prestaba a sus grandes orquestas sinfónicas.
Construyeron una gran jaula de, treinta pies de alto, cincuenta de largo y cincuenta de ancho, y colocaron la jaula en el medio de un parque, y el pájaro volaba y cantaba dentro de la jaula como si fuera una veloz bola sonora.
Millones de personas iban al parque a ver el pájaro con sus propios ojos. Atravesaban los continentes y los anchos mares. Llegaban de todos los confines de la Tierra para ver el pájaro.
Quizás algunos de ellos sintieron que les cambiaba la vida, así como Souvan sintió que su vida había cambiado. Vivía ahora con los sueños y recuerdos de un mundo que había existido, un mundo en el que esos bailarines plumados eran cosa de todos los días, en el que el cielo estaba lleno de sus formas que planeaban, se precipitaban y bailaban. Vivir con ellos debe haber sido un goce sin fin. Verlos desde la puerta de la casa, observarlos, oír sus trinos de la mañana hasta el atardecer debe haber sido un éxtasis. Iba a menudo al parque (tan a menudo que interfería con su trabajo), se abría paso entre las inmensas muchedumbres hasta que se acercaba y podía ver el rayito de sol que había regresado al mundo desde la inmensidad de los tiempos. y un día; parado allí, miró la lejanía azul del cielo y supo lo que debía hacer.
Era una figura de fama mundial, así que no le fue difícil que el Consejo le diera audiencia.
Parado ante el augusto cuerpo de cien hombres y mujeres que administraban todo lo relacionado con la vida en la Tierra, esperó hasta que el presidente del consejo, un venerable viejo de barba blanca y más de noventa años, le dijo:
–Te escuchamos, Souvan.
Estaba nervioso, intranquilo, pero sabía qué era lo que debía decir y juntó ánimos para decirlo.
–El pájaro debe ser puesto en libertad –dijo Souvan.
Se hizo un silencio que duró varios minutos, hasta que se puso de pie una mujer y le preguntó, no sin amabilidad:
–¿Por qué dices eso, Souvan?
–Quizá porque, sin querer ser egoísta, estoy en condiciones de decir que mi relación con el pájaro es especial. De cualquier manera, ha entrado en mi vida y en mi ser, dándome algo de lo que antes carecía.
–Posiblemente lo mismo nos pase a todos, Souvan.
–Posiblemente, y por eso sabrán lo que siento. El pájaro está con nosotros desde hace más de un año. Los naturalistas con los que he discutido creen que un ser tan pequeño no puede vivir mucho. Vivimos por amor y hermandad.
Damos porque recibimos. El pájaro nos ha dado el don más precioso, un nuevo sentido de la maravilla que es la vida. Todo lo que podemos darle en cambio es el cielo azul, para el que fue creado. Es por eso que sugiero que soltemos el pájaro.
Souvan se retiró y los consejeros se pusieron a hablar entre ellos, hasta que al día siguiente anunciaron al mundo su decisión. Iban a soltar el pájaro. La explicación que dieron fueron las palabras de Souvan. Así llegó un día, no mucho después, en que medio millón de personas se agolparon en las colinas y valles del parque donde estaba la jaula, mientras medio billón más miraba en sus televisores.
Había miles de largavistas enfocados sobre la jaula. Souvan no tenía necesidad de ellos, porque estaba junto a la jaula. Observó cómo corrían el techo de la jaula, y luego observó al pájaro.
Se quedó sobre la percha, cantando con todos sus bríos, mientras un torrente de sonidos brotaba de su pequeña garganta. Luego, de alguna manera, se dio cuenta de la libertad. Voló, primero dentro de la jaula, luego en círculos, elevándose cada vez más alto hasta que sólo fue un aleteo brillante de sol, y luego nada más.
–A lo mejor regresa –dijo alguien que estaba cerca de Souvan.
Extrañamente, el arqueólogo deseó que no fuera así. Tenía los ojos llenos de lágrimas, pero sentía una alegría y una plenitud que nunca había experimentado en su vida.
FIN

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